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Homenaje Póstumo a la Cantante Oralia Domínguez

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–       Sin duda, ha sido la mejor cantante potosina.

–       Pese a la oposición de su padre, se sobrepuso para cumplir su sueño.

“Hay qué decirlo sin cortapisas: Oralia Domínguez es la mejor cantante potosina que ha existido, y debemos recordarla con mucho cariño”.

Así lo expresó el Secretario de Cultura, Xavier Alejandro Torres Arpi, la tarde de este miércoles 27 de noviembre, durante el homenaje póstumo a la memoria de la destacada cantante potosina, de talla internacional, realizado en las instalaciones del Museo Francisco Cossío, luego de que la cantante potosina falleciera el pasado lunes 25 del mes en curso en Milán, Italia, donde residía desde hace años.

Dentro del homenaje, conducido por el propio Secretario de Cultura, se recordó que el Teatro de La Scala de Milán, representa un recinto de excelencia para todo el mundo de la ópera, donde, desde finales del siglo XIX, cuando Ángela Peralta se presentó, en ese escenario, han desfilado nueve cantantes mexicanos más: Fanny Anitúa; Pina Carrillo; Franco Iglesias; Gilda Cruz Romo; Guillermo Sarabia; Francisco Araiza; y Fernando de la Mora,  así como Oralia Domínguez y Ramón Vargas, quienes han logrado el mayor éxito.

Fernando del Castillo, “El Chino González”, compartió con los asistentes al evento algunas anécdotas desde el momento en que conoció a Oralia, durante uno de los festivales Primavera Potosina, de quien resaltó su sencillez, y su buen humor, pero también su soledad,  “después de haber cantado junto a los grandes y haber sido dirigida por los grandes de la ópera mundial”, por lo que aún hay quienes comentan que la mejor Carmen vista en París, fue la de Oralia, y aún la siguen recordando.

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Añadió que a pesar de ser grande, nunca dejó de lado al ser humano que era, y entre sus curiosidades recordó que iba al salón de belleza a que le hicieran la manicura para sentir el calor humano, pero también hizo notar su sentimiento hacia nuestro país, pues consideraba que nunca se le había hecho el homenaje que ella merecía, lo que la hizo decidirse a no regresar a residir en México.

Por su parte, su hermano Fernando recordó que desde niña, junto con él, jugaba a ser cantante, en esos juegos en los que él asumía el papel del pianista Agustín Lara, y ella desplegaba ese arte, que causaba el enojo de su padre, quien deseaba que su hija fuera maestra y no cantante, por lo cual el enojo fue mayor cuando supo que una de sus maestras la alentaba para participar en concursos de canto organizados por  una radiodifusora local, hasta que finalmente se trasladó  a la Capital del país para realizar estudios formales y realizar su sueño.

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Dentro del  homenaje, la parte musical en memoria de la cantante potosina estuvo a cargo de la mezzosoprano Fabiola Henschel, acompañada al piano por el maestro José Miramontes Zapata, quienes interpretaron dos lieder de Brahms.

Previamente al evento, autoridades, familiares e invitados habían depositado una ofrenda floral bajo el busto de Oralia Domínguez, obra del escultor Alfonso Narváez, el cual se encuentra instalado en los jardines del Museo Francisco Cossío.

Vale mencionar que la destacada Mezzosoprano vio la primera luz el 25 de octubre de 1925, en esta ciudad de San Luis Potosí, de donde partió a la Ciudad de México para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, y más tarde debutó en 1945 en el Palacio de Bellas Artes, en el papel del músico de Manon Lescaut, de Giacomo Puccini.

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De su trayectoria resalta que durante casi 25 años se escuchó su voz en los más grandes teatros del mundo, donde pudo compartir escenario, con grandes figuras del firmamento operístico, como María Callas, Mario del Mónaco y Giuseppe di Stefano, además de que cantó bajo la batuta de directores tan importantes como Herbert von Karajan, Lorin Maazel y Leonard Bernstein.

Otro momento memorable se registró en 1951, cuando participó como «Amneris», en Aída, de Giuseppe Verdi, dentro de la temporada en la que María Callas emitió al final del segundo acto, el famoso Mi bemol, no escrito por Verdi.  Su última función fue ofrecida en el Palacio de Bellas Artes en 1982, con la Misa de Réquiem, de Verdi.

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