OPINIÓN

La soga al cuello: El tiburón

Los mejores fanfarrones suelen ser los mayores cobardes. Jean – Jacques Rousseau.

 

¿Qué pasaría por la mente de Fernando “el tiburón” Medina previo a descargar toda su rabia contra la humanidad indefensa de un adolescente que se negó a concederle su voluntad?

 

El video que fue difundido en redes sociales corrió con una rapidez impresionante, pero no muestra los instantes previos a la agresión, solo la golpiza que un hombre corpulento le propina a un joven en un restaurante de comida rápida. El video se volvió viral y en todo México desató la indignación de propios y extraños. A nadie le cae bien una persona abusiva. Después del primer golpe está claro que el joven no puede defenderse, incluso, ni siquiera tiene el impulso de protegerse la cabeza con los brazos, ni se arroja al piso, ya no tenía capacidad de reacción. Para su infortunio pareciera que eso hace enfadar más al agresor, la ausencia de interacción le provoca al pendenciero la adrenalina necesaria para actuar con un ensañamiento que no es común.

 

Inmediatamente se inició la búsqueda, las redes sociales demuestran una vez más que son muy eficaces a la hora de hacer un linchamiento público, el domicilio del agresor y de sus negocios se conocieron con rapidez, su historia, su número de teléfono y fotografías en pose de malote. Acompañado de algunos luchadores de artes marciales mixtas, el tipo aparece en carteles que anuncian funciones de peleas de las llamadas “vale todo”. Consecuencia de su intempestiva fama aparece un nuevo video, guardado por algún internauta le llega su momento de brillar, en la imagen aparece el sujeto agrediendo a un motociclista en la calle, la misma actitud, le ayuda a levantarse y cuando está de pie le asesta un último dardo en la cara, como para que no olvide quién es el ganador. Está confirmado, el vato es violento y peligroso, antes que un perito le haga un diagnóstico psicológico nosotros ya lo sentenciamos, el tipo está loco.

 

Ignoro cuál será la historia del personaje, el villano del momento, todos lo quieren ver muerto o por lo menos sufriendo. Aparece la historia del joven, su mamá dice que estaba trabajando para comprar los útiles de la escuela, agréguele usted que la sensiblería del pueblo mexicano agrandará la indignación popular. El joven estudiante marginado que se ve obligado a trabajar para ayudar a su pobre madre esforzada en los gastos de la casa y sus estudios. En esta parte, ya re victimizado el joven agredido, pareciera que la historia debe mantenerse vigente mientras transcurre la tarde, además, está claro que también está recibiendo una tunda del modelo neoliberal que aún nos gobierna. La desigualdad social y la ausencia de una beca del gobierno federal para apoyar a jóvenes estudiantes, lo pusieron en el mostrador de una tienda trasnacional de comida rápida.

 

Versiones de que el “tiburón” era policía municipal circularon al día siguiente, la corporación desmintió ipso facto el dato, para eso sí estuvieron más que oportunos, se desligaron en corto. Obviamente, la versión salió de bots que siempre están en franca campaña de desprestigio al alcalde. Esos enemigos no los tiene ni Obama, -diría el profeta. El gobernador solicitó una ficha roja a la Interpol y ya estaban pensando en pedir su extradición. El agresor se anduvo paseando por Guanajuato y Jalisco para regresar inexplicablemente a San Luis Potosí y hospedarse en un hotel de la carretera 57. Según su plan era trasladarse a la Ciudad de México para perderse definitivamente. Al gobierno del estado le urgía colgarse la medalla antes de que la rabia contenida de la población comenzará a buscar culpables en otra parte. Igual y hasta con una lana y la promesa de una rápida liberación después de un procedimiento abreviado lo convencieron de entregarse. Ablanda más el dinero que el cebo, -así decía mi abuelo.

 

¿Cuántos tiburones más hay en esta ciudad?. Constantemente se puede ver a potosinos comportándose de forma violenta en las calles, riñen por cosas estúpidas, por conflictos de tránsito o por interponerse en la fila del supermercado, o porque se estacionan en doble fila y por no ceder el paso. Hace unos cuantos meses un taxista murió a manos del chofer de otro vehículo a quien le quiso presentar pelea, el tipo sacó un arma y le disparó a mansalva. No hubo vídeo y no es lo mismo una joven promesa, estudiante, deportista, buen hijo, que un trabajador del transporte colectivo de edad madura que “ya vivió”.

 

Deberíamos preguntarnos qué pasa con la salud mental de los potosinos, hay gente que viene arrastrando traumas desde la infancia, para después juntarlos con las vicisitudes de la edad adulta, malas decisiones financieras, fracasos sentimentales, no lo sé, agregue usted lo que guste y mande, pero el tiburón no estaba bien ese día. Como bien le tocó al joven empleado de subway pudo haber sido al carnal de los elotes o algún transeúnte. Esa bomba estaba por estallar y solo necesitaba alguien que prendiera la mecha. Tal vez el hecho de que la figura de autoridad que lo reprimía era una persona de menos de la mitad de su edad, eso suele pasar hasta en las corporaciones policiacas cuando una mujer tiene mando y da las órdenes. Todo eso lo dirá el peritaje psicológico que practique la fiscalía para determinar si el tiburón es apto o inimputable. Cualquiera que actúe como energúmeno debe tratarse con las consideraciones necesarias de que podría ser un paciente psiquiátrico.

 

En la política también hay abusadores, el alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos constantemente sufre el bullying de ciertos acosadores políticos. Si esta ciudad fuera el patio de la escuela, el presidente municipal sería el niño gordo del salón. Ha resistido estoico, su nivel de tolerancia está al máximo y hace que uno se pregunte si no es también un poquito psicópata, nadie podría (o debería) aguantar semejantes groserías sin sacarle un exabrupto. Hasta corre el riesgo de que le pase lo que al morro detrás del mostrador del subway, que al no responder las agresiones, igual se le dejarán ir como en pamba China.

 

La salud mental es algo en lo que la gente no piensa, nadie cree que necesite revisar cómo andan sus niveles de insatisfacción. La pandemia de nuestros tiempos es la depresión y la ansiedad, cada día más gente vive la soledad como algo natural, inherente al ser humano del siglo XXI. La dependencia de las herramientas tecnológicas que proporcionan satisfacción inmediata a personas vacías y frívolas es innegable, el algoritmo se ha apoderado de gran parte de nuestra existencia y casi no hay instantes dedicados a la reflexión y los procesos de introspección. Ya casi nadie habla consigo mismo por estar deslizando el dedo sobre la pantalla de su teléfono.

¿En qué momento los seres humanos nos convertimos en autómatas que dan likes automáticos en Instagram y se quedan dormidos de cansancio viendo videos se tik tok?

 

Fernando “el tiburón” Medina fue presentado ante el juez de control, la fiscalía pide para él una sentencia casi como si hubiera matado a Colosio. Está claro que se entregó y a cambio de hacer la faramalla obtendrá algún tipo de beneficio, total, su estupidez lo volvió famoso y es posible que cuando salga de prisión, hasta un contrato le ofrecerán para actuar como el antihéroe en que se convirtió en un par de días y quizás, -porque así son de idiotas muchos mexicanos- tendrá fans. Y volverá a pelear en el “vale todo”, o bailará cumbia como el medio Metro, o tendrá su página de Only Fans. En este mundo digital la gente olvida casi inmediatamente lo que ayer le indignaba, el tipo que arrojó un perro al cazo de carnitas, o los borrachos que se pelearon en las chinampas de Xochimilco, y si un día no pasa nada, siempre estará ahí Cristian Castro para tomarse una foto grotesca. Grandes favores le ha hecho a la patria.

 

@gandhiantipatro

 

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