
En el año de 1850 siendo aún una Huerta perteneció a los padres Carmelitas desde su llegada, pero siete años después, durante el periodo del presidente Juárez y las leyes de Reforma, la iglesia perdió muchos bienes. En 1859 el Gobernador Vicente Chico Sein solicitó convertirla en un espacio de esparcimiento para la población, es así como las puertas de esta hermosa Huerta fueron abiertas para que la gente pudiera acceder, conservando sus bardas 19 años más para más tarde ser derribadas y ser lo que ahora conocemos. Pero para esto tuvo que atravesar por todo un proceso debido a que su tierra, al ser muy caliza, tuvo que ser reemplazada por tierra de la sierra de San Miguelito, también fue necesario construir un ducto para proveer agua, el cual venía desde el Ojo de Agua de Tequis, lo que actualmente se conoce como la calle de Arista

La fuente de las ranas, una de las más bonitas del lugar, la cual fue alterada y descuidada con el paso de los años con la renovación de la Alameda fue de las que mayor daño sufrió.
En el caso de la estatua de la Aguadora fue retirada para su restauración, pero jamás fue devuelta al sitio donde alguna vez estuvo, desconociéndose así su paradero actual. Otra de las atracciones del pasado de la Alameda era su famoso trenecito, del cual disfrutaron algunos potosinos en su infancia, pero en la década de los 70`s se dejó de usar quedando en el olvido, este trenecito sólo tuvo un lapso de 8 años en funcionamiento.

Son muchas las anécdotas que los potosinos pudiesen contar respecto a nuestra Alameda, algunos de sus atractivos siguen vigentes, otros ya quedaron en la memoria de los más grandes. Este lugar lleno de historia y de historias ha pasado de ser un lugar de paseo recreativo a ser sólo un paso desinteresado. Las nuevas generaciones no conocen el valor que tiene este lugar, por ser un sitio que ya no es tan atractivo.
Por Arrasi Torres
