Historias de la Sierra de San Miguelito: el hombre de las plantas
En mi última excusión a la mágica y amenazada Sierra de San Miguelito, mientras nos encontrábamos descansando y tratando de refugiarnos del sol que ya asomaba tras una agradable mañana nubosa, salió de entre los matorrales un hombre y un burro.
Nos dio los “Buenos días” uno de tantos que escucha uno en el sendero al encontrarse personas que van por un poco de aire.
– ¿Hasta dónde van?
-Hasta aquí llegamos
Hay un silencio prolongado y el hombre comienza a hablar ignorando nuestra respuesta. Vestía zapatos negros, de suela delgada, pantalón de vestir con el cierre mal abrochado, cinturón mal ajustado, camisa a medio abrochar y un sobrero maltratado. Su nombre el cual nos dio al final es Ambrosio Bravo “el de las hiervas”. La verdad quedé sorprendido por su actitud alegre, en mi mente mi niño interior que sale a pasear un rato cuando me encuentro en la naturaleza, lo vislumbró más como una especie de mago, un entendido de los secretos de la naturaleza que disfrazado de humildad esconde muchos de los grandes secretos de estas tierras.
“Yo todavía tengo que caminar, mucho, ya no puedo, pero no se otra cosa que hacer, vendo hierbas”
– ¿Qué hierbas vende?
No responde mi pregunta
¿Qué hierbas tiene?
Mi compañero me informa que el señor no escucha y me sentí un tonto, yo hablo muy despacio.
Grite fuerte preguntando que vendía, Ambrosio se acercó a su burro, en donde tenía un costal de donde saco una raíz.
-Vendo “raíz de oro”, sirve para las dolencias de la muela, con eso se le quita de volada.
La raíz estaba fresca por lo que de seguro la había encontrado durante el camino antes de encontrarnos.
No tengo dolencias de la muela, pero no tenía otras hierbas y pues fue la que compré, mi compañero compró la otra parte. La verdad al principio el precio se me hizo costoso, por una raíz, pero luego entendí que fue todo lo contrario y lo explicará más adelante.
Ambrosio nos contó que él antes buscaba madera para vender, pero ya nadie compra madera en el mercado, así que tuvo que aprender de otros hierberos a reconocer plantas y llevarlas al Mercado República para venderlas. Gracias a eso ha podido mantenerse por muchos años y ahora con su avanzada edad, es lo único que sabe hacer para poder subsistir. Pero el problema con la edad es que no se tienen los mismos bríos, y relató como un dolor comenzó a aquejumbrar sus rodillas, tanto que no podía estar ya de pie. Algo natural en un hombre que ha cruzado la Sierra de San Miguelito toda su vida, pero la Sierra es benévola y ella misma le dio una hierba dice, con la que si bien no sabe si existió una mejora en su fisiología el dolor si se lo quitó, permitiéndole volver a cruzar el mar verde. Nuevamente la Sierra le salvó la vida.
Nos explicó que la hierba que nos vendió se le conoce como “pelitre” (Anacyclus pyrethrum) Pero que él la llama la raíz de oro, porque es de las más valiosas, a pesar de que tiene pocas aplicaciones, su sabor es muy característico. Un puño que me vendió en 50 pesos, él lo vende en 100 para que los hierberos lo vendan en 200 y, en la Ciudad de México se vende hasta en 500 pesos, y no por sus propiedades, por su sabor picante muy particular. De hecho, dice que sólo se puede reconocer fácilmente la planta en la época de floración, para luego comprobar que sea esa sacando la raíz y mordiéndola a ver si pica, solo así se asegura que sea la planta.
Mientras nos platicaba yo saqué mi cámara para robarle unas fotos, pero la verdad poco pude hacer porque si lograba darse cuenta y al notar la cámara se quedaba callado, no era que le incomodará pues ya nos hubiera dicho, es porque se ponía serió para salir en la foto, gesto que agradecí tanto porque es muy poco recibido y más en San Luis Potosí, aunque me hubiera gustado más fotografiarlo al natural “robarle unas fotos” como se dice en el argot .
Retomando la plática, Ambrosio nos dijo que viene desde Tierra Blanca, donde tiene todos los días que ir hasta el Cerro del Órgano, buscando plantas, ya tiene sus matorrales que cosecha, pero en sus últimas incursiones ya no se encontraba la planta o no había dado lo suficiente como para cosechar. Nos dio a entender que ya son pocos los que realizan su oficio, principalmente porque es poco lo que se gana y entre ellos él lo sigue haciendo porque a su edad no puede hacer otra cosa.
Se mostró contento de habernos conocido, nos pidió que ojalá nos volviéramos a ver, no sé si poca gente con la que se cruza habla con él, pero también nos dijo que si no lo busquemos en Tierra Blanca como Ambrosio “el de las hierbas”, para así seguirnos contando los secretos de la Sierra de San Miguelito.
“Ya me tengo que ir porque si no se me hace de noche y ya no veo, que estén bien” se despidió Ambrosio con una sonrisa sin casi dientes, y nosotros con el gusto de haberlo conocido. Jaló a su burro y así como apareció, desapareció entre los matorrales, como un ser de leyenda.
Fotos / texto : @Pukkov