OPINIÓN

La soga al cuello: El más querido

Santo que no es visto, no es aplaudido. dicho popular

 

Se acaba uno más, y comienza otro, los años que serán conocidos por la pandemia se van consecutivos, la historia los colocará juntos, como un periodo de tiempo inerte. El 2021 significó el derrumbe de nuestras esperanzas de que ese resfriado pasaría rápido, acostumbrados a la era tecnológica donde todo se mueve a gran velocidad, los humanos ahora debemos esperar, nadie nos dirá la verdad por simple que sea. Las noticias llegan sesgadas. Los mercaderes de la salud y los gobiernos del mundo han encontrado el motivo perfecto para hacer negocio y justificar decisiones arbitrarias.

 

Cada que se agota el miedo en la población civil los laboratorios destapan una nueva variante del virus, a veces más letal, en ocasiones más contagiosa. La Ómicron es la más reciente y se le atribuyen los recientes estragos en el mundo, el retorno del aislamiento social y el incremento en el número de contagios que amenaza nuevamente con colapsar los sistemas de salud. Se veía venir.

 

En San Luis Potosí se confirman dos días seguidos con 200 contagios, no tendría que ser distinto en el resto del país. Pero nosotros estábamos más preocupados por exorcizar nuestros demonios, festejar como si no hubiera un mañana, colocar un adefesio gigantesco en la plaza principal del pueblo y ampliar la puerta del parque de la ciudad que además, es necesario aclarar, ya tenía una puerta. Tal vez la antigua reja no era lo suficientemente alta para que pudiera entrar el inmenso ego del gobernador.

 

José Ricardo Gallardo Cardona anunció que una de sus primeras acciones como gobernador en funciones sería hacer mejoras en el parque Tangamanga I, todos entendimos el mensaje, sus acciones inmediatas son de las que dejan dinero y se ven a simple vista. No hay un político que arregle drenajes o repare las redes de agua potable a pesar del impacto en la salud de los habitantes. Los políticos mexicanos gustan de las obras faraónicas y que hagan referencia al breve espacio de tiempo en que gobernaron.

 

No podría ser de otra forma, ese parque nació de la mano de un gobernador que no tenía la costumbre de pedir las cosas dos veces, tomaba lo que quería, “por las buenas o por las malas”. Carlos Jongitud Barrios gozaba de no muy buena fama pública para la rancia élite potosina, pero igual se le agachaban cuando pasaba. Su desparpajo contrastaba con las convenciones de la época, era un beodo que no tenía empacho en orinar en las macetas de un restaurante finolis. Su acérrimo enemigo era precisamente el abuelo del defenestrado e inhabilitado ex alcalde de la capital Xavier Nava Palacios.

 

Construir el parque Tangamanga y pavimentar el río Santiago le ganó popularidad al gobernador Jongitud, también fueron excelsos negocios para sus amigos cercanos, la mayoría de ellos se despacharon con la cuchara grande, se volvieron constructores y nadie cuestionaba la forma arbitraria de asignar contratos. Se inauguraba también una forma de hacer política. El jefe del ejecutivo hacia festivales artísticos como el de “primavera potosina” que el pueblo agradecía con júbilo. Se llenaban los estadios para poner a los niños a bailar la canción de los pajaritos. El espectáculo era el pueblo en sí mismo. Y no se daban cuenta.

 

El gobernador actual prefiere rescatar un parque antes que poner a funcionar el hospital central o activar las unidades centinela para atender las emergencias de la siguiente ola COVID. Los gobiernos de los estados y la presidencia de la república actúan como si la pandemia ya estuviera controlada. Se han reducido las medidas de control y están más preocupados por el impacto económico de mantener a los habitantes en sus casas. Mientras en los países europeos se asumen medidas extremas, en Latinoamérica parece que ya se ha decidido dejarle todo a la suerte, que quien se tenga que morir, se muera.

 

Mientras tanto los sistemas de salud privados se enriquecen a costa de los potosinos que tienen de que disponer, es sabido que la gente vende propiedades con el afán de salvar la vida de un ser querido aunque al final resulte infructuoso. Mercaderes de la muerte que investidos en batas blancas impecables sangran a los familiares de los pacientes a veces, hasta ponerlos al borde del suicidio.

 

La filosofía de la vida moderna es la tautología de la estupidez, el espectáculo como forma de convivencia que las redes sociales suelen potenciarse en grado superlativo. El gobernador compite contra sí mismo, supera sus propias marcas y se desgañita planeando la nueva temporada de su puesta en escena. No existe oposición política, por el contrario, los partidos hasta hace poco beligerantes se afanan por un papel aunque sea secundario en la gran obra de teatro absurdo que ha montado el ejecutivo estatal.

 

La sociedad del espectáculo exige, pero no una reducción del gasto público en frivolidades, tampoco se escuchan voces a favor de la transparencia, todos están sometidos a la voluntad del pequeño gigante. Un oxímoron macabro que amenaza con fútil sonrisa.

 

Ya viene el día de Reyes y no me queda la menor duda que habrá una gigantesca rosca de Reyes dispuesta a ser devorada por inmensas masas de precaristas que aplaudirán su rebanada de pan. Después habrá miles de rosas para el día del amor y la amistad y así sucesivamente. La infaltable foto para el Facebook con el gobernador besuqueando una anciana. Es la premonición de un estado fallido que gobierna a base de likes.

 

El problema de estos modelos de gobierno es que no se perciben como autoritarios, aunque lo sean. Las ocurrencias pueden percibirse como brillantes ideas, todo depende de la opinión del respetable y vamos, si el grueso de la población desconoce y poco le interesa enterarse sobre administración pública los resultados pueden ser desastrosos. Lo cual no importa, porque el espectáculo debe continuar, no importa si no hay hombre musculoso, mujer barbada o enanos (personas de baja estatura) haciendo boruca, con que el dueño del circo cobre su taquilla y dé “banderazos” a diestra y siniestra.

 

Sea pues Ricardo Gallardo Cardona, guarda la sonrisa petulante y tú anodina verborrea, que para gobernar basta una corte de tiralevitas y mamporreros.

 

@gandhiantipatro

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