La soga al cuello: El equipo tricolor
El que se mueve no sale en la foto. Fidel Velázquez
El otrora poderoso PRI intenta a ratos vestirse de luces y saltar al ruedo, como en antaño, rememorando las viejas glorias, cuando las plazas se llenaban para ver a los candidatos y la gente se sabía sus nombres. Los vítores resonaban por las callejuelas y las banderolas y los acarreados se mostraban orgullosos. La felicidad parecía inagotable.
Hoy la realidad es otra, el partido revolucionario institucional es una caricatura, lejos quedaron los años del “carro completo” su representación en el congreso es patética, encabezada por el ex secretario de gobierno Alejandro Leal Tobías, si acaso les ajusta para ser invitados al baile como comparsa. Ya no son (ni volverán a ser) el alma de la fiesta, con la pachorra que se cargan, gran logro sería que pudieran conservar el registro en la próxima contienda electoral.
El caco Leal quisiera poder dirigir el PRI, pero no se puede ser todo en esta vida, él sabe que lo único que queda con valor ahí, es el fiat. La posibilidad de llegar a acuerdos que legitimen las ocurrencias transformadas en políticas públicas del gobernador Ricardo Gallardo Cardona. Dicen que para tener la lengua larga, hay que tener la cola muy corta. Por eso casi no se le conoce la voz al caco Leal. “Calladito se ve más bonito y en boca cerrada no entran moscas”. Caray que si casi todos los refranes le acomodan al camandulero.
Elías Pesina por su parte, en su penoso andar por la vida pública jamás imaginó que terminaría siendo el que bajara la cortina. Cuando Juan Manuel Carreras decidió que su oficial mayor debería ir hacerse cargo del PRI lo despojó de la poca dignidad que le quedaba. Nunca en su vida había sido más feliz y más asediado que cuando fue el dueño de las compras y de las chambas del gobierno del estado.
De ser un pusilánime lacayo pasó a ser el tipo en quien Juan Manuel Carreras descansaba las decisiones más importantes de su gobierno. El primer trienio de su gestión todo era Elias, el tipo se abrumó de tanto poder. Hijo de un pastor cristiano fue educado de forma rigorista, la conciencia moral estuvo presente en casi todos los aspectos de su formación ética. La castrante educación del impetuoso joven no se refleja hoy en su vida adulta. La hipocresía y la soberbia de los últimos años lo convirtieron en un personaje sombrío, agobiado por sus pecados, siempre con la mirada gacha, evasivo, torpe, pero zascandil.
Elias fue el responsable hace años de la muerte del padre del diputado Local Edmundo Torrescano, desde entonces ha vivido con culpa, fue en el mismo accidente donde perdió las piernas, no sólo acabó en un instante con su vida útil, sino que además cortó de tajo la carrera política de un orador destacado y admirado por una generación. Quienes lo recuerdan, hablan de Edmundo Torrescano como alguien con futuro y del que se esperaban grandes cosas, desinhibido, elocuente, extrovertido, el tipo tenía sus admiradores. Ese grupo de amigos se encargó de velar por el futuro de su hijo, fue sobre protegido con gestos de conmiseración. Así funciona la culpa.
La visita de su dirigente nacional Alejandro Moreno (alito) le trajo algo de reflectores al actual alcalde de la capital Enrique Galindo Ceballos, si hay un jefe político en el estado es él, la posible alianza nacional PAN – PRI – PRD a la presidencia de la república lo puede colocar en el plano nacional si sabe gestionarse algunas simpatías, está claro que por la vía directa difícilmente se le podrá vencer al partido verde. Además, el gobernador Gallardo está obsesionado en ganar todas las elecciones. Hasta la alcaldía de Vanegas es necesaria para enaltecer el ego del pequeño gran narcisista.
Alito Moreno correspondió a la generosidad del anfitrión y destapó a Enrique Galindo para gobernador, aunque falten cinco años (que los aseguren de vida) es cierto, Galindo pasó de ser un personaje defenestrado por la élite priista de los últimos dos sexenios a ser el último mohicano. Ya no queda más, si le cortan la cabeza al pastor del último rebaño, no habrá quien cuente la historia del glorioso PRI.
Enrique Galindo por su parte está obligado a hacer cuatro cosas, hacer un buen gobierno municipal y construir una agenda política propia, tomar el control del PRI y afianzar la alianza con los actores políticos panistas de la capital del estado. Lo más difícil es como siempre, hacer las cosas bien, el alcalde padece de lo que muchos políticos en ciernes, su equipo se constituye de una serie de recomendaciones de dudosa procedencia y un círculo cercano de lacayos que le conocen bien los modos. Estos últimos, están predeterminados solo para agradar al jefe y eso siempre hace perder la perspectiva.
De tal suerte que nadie alrededor del alcalde alcanza apreciar los riesgos porque están más preocupados por cuidar su posición de privilegio y además, nadie que jamás se haya batido en duelo sabe el riesgo que representa una daga por encima de una espada. Los caballeros medievales blandían el mandoble, pero los assassins terminaban de forma sigilosa su encargo. Sin tanto aspaviento. La vulnerabilidad del gobierno de Enrique Galindo radica en la forma en que se toman las decisiones y la lentitud con que se ejecutan.
A seis meses de gobierno municipal aún hay funcionarios que no superan la curva de aprendizaje, otros ya tiraron la toalla, la mayoría han encontrado la forma de pasar desapercibidos y esquivar las periódicas evaluaciones al desempeño que instituyó un nobel practicante de administración pública.
Este tipo de gobiernos tienen la complejidad de que son de cuatro semestres, el primero para que tu gente aprenda a gobernar y se conozca el estilo particular del gobernante, tres semestres para hacer proyectos, el quinto se va en campaña, y el sexto es para tratar de resolver las cosas que debiste haber revisado desde el primero. La elección presidencial se traga todo.
Como cuando se programaba en GW basic allá en los albores de la computación y se te olvidaba algo, pero ya ibas líneas muy lejos, siempre existía la opción de colocar un : go to a la línea tres.
Sea pues Enrique Galindo Ceballos, eres figurín y petimetre, un encantador de serpientes, sueñas con la gloria de los grandes conquistadores, pero no tienes un ejército, solo un club de aduladores.