La soga al cuello: La ciudad del Sí
En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio. Michel Foucault.
Enrique Galindo Ceballos ha sido policía, académico, político (recientemente) y pintor, tal vez la profesión en la que más ha destacado es la que menos le ilusionaba cuando en su etapa como estudiante universitario soñaba con ser alguien en la vida. Nació y creció en la colonia Industrial Aviación, y aunque tuvo referentes importantes en la familia, como un tío incrustado en la entonces policía judicial del estado, (viejo sabueso que aún tiene dientes) el joven abogado aspiraba a más, al juego de la política. No sabía entonces, que sería más gendarme que político.
Sus maestros de la facultad eran diversos, los que jugaban a buen nivel en la grilla potosina, los que gozan de privilegios por ser tiralevitas, algunos viejos masones, siempre sombríos y reservados, y los extraviados, mamporreros que añoraban un tiempo completo que les resolviera la existencia. De vez en cuando, alguien con dignidad, que duraba muy poco y su luz se extinguiría muy pronto. Esos fueron los referentes que tendría el alcalde de la capital en su etapa de formación profesional.
En su etapa de activismo político estudiantil se relaciona con personajes que ahora son destacados en algún campo o institución académica, incluso político que todavía están en activo, como Juan Ramiro Robledo Ruíz, para el cual sirvió en su breve (pero sustancioso) paso por la secretaría de gobernación, desde ahí pretendió brincar a la gubernatura del estado bajo el auspicio del secretario Emilio Chuayffet Chemor. Las cosas no se dieron aquel frío enero de 1997 cuando el ungido fue Fernando Silva Nieto.
Las ilusiones y los proyectos políticos se derrumbaron para muchos que estaban a la sombra del personaje, seis años después el nombre de Juan Ramiro volvería a mencionarse en los cafés y en los corrillos de la grilla. Y todavía en el 2021 se volvió a ilusionar, y sus viejos correligionarios a los que le fue negada la posibilidad de enriquecerse en un sexenio volvieron a soñar, pero no, ya sólo le alcanzaba para colarse como diputado plurinominal morenista. Es un tuerto en un partido de ciegos.
Enrique Galindo Ceballos y Miguel Taurino Eraña Sánchez (ahora flamante coordinador de la carrera de derecho en la universidad Iberoamericana) sirvieron a Juan Ramiro Robledo Ruíz cuando como subsecretario de gobernación controlaba nada más y nada menos que los penales federales del país. En esa etapa de su vida Juan Ramiro tuvo tanto poder que se dió el lujo de nombrar a Carlitos Ramirez Muñoz Ledo como director del penal del Topochico en Nuevo León. Y en la cima de esa pirámide, en la antesala, ahí estaban un par de jóvenes impetuosos queriéndose tragar el mundo.
Al final, eso no salió bien, después vino la depresión, y el grupo universidad se desmoronó, es de que ya muchos contaban con esas chambas y la UASLP se la habían entregado a “los duros” un poco antes. Fueron días aciagos para los mentados “macabeos”, algunos incluso cambiaron de bando, pero no todos fueron aceptados, los perseguía el estigma y también hay que decirlo, el gobierno de Silva Nieto era un jolgorio, había demasiada soberbia e ilimitada incompetencia. Ya no hacían falta más personeros y al gobernador Silva le bastaba un aparato de karaoke, una botella de vino, hielos y refresco para ser estúpidamente feliz.
Por un tiempo se nos va perder el Richi Galindo, quizás porque montó un despacho y se independizó, por aquellos años ya contaba con los servicios de quienes ahora son su tesorero municipal y oficial mayor. Su amigo Juan Carlos Vargas tenía el conecte para la liquidación de la unión de crédito regional (UNICRER) y vaya que era el tema en boga, todos querían salir bien librados de esa ratonera, los que debían y los que sufrían porque habían guardado ahí los ahorros de toda su vida. No hay mejor negocio que tratar con gente desesperada.
Cuando Enrique Galindo apareció como director de la policía municipal invitado por el alcalde Octavio Pedroza Gaitán (el Octavio bueno, el mojigato persignado de entonces que lloraba porque le hablaban golpeado) algunos levantaron la ceja, su experiencia en el medio policiaco no era para considerarse, sin embargo, tenía un dos de bastos bajo la manga, su amistad con el comandante Miguel Naya Guerrero, por aquellos años el capo di tuti capi en San Luis Potosí.
Claro que en aquellos años la delincuencia era tan pintoresca como un programa de los tres chiflados, ahora cualquier pirata trae de mínimo su cachimba, cuando no y hasta una semi automática para hacer las ejecuciones en motocicleta que se han vuelto tan populares en la ciudad. Como dijera Julio Maraña poquito antes de morir: “Papi aquí tó el mundo es guapo, ora matan por matar y más si tú eres un sapo”.
No le fue tan mal a Enrique Galindo allá por principios de siglo, tanto así que se fue a especializarse en el tema a la madre patria, volvió “descanchado” y fue solo gracias a las gestiones de un amigo cercano (cercano entonces, lejano ahora) que Victoria Labastida Ochoa lo promovió para ser nuevamente titular de la dirección de policía y tránsito. Un evento fortuito lo llevo en cosa de días a la jefatura de la secretaría de seguridad pública del estado, que al gobernador Fernando Toranzo Fernández le hicieron saber de lo impresentable de su propuesta tamaulipeca y después, el favor de la amistad con Miguel Naya Guerrero quien se encontraba cerca del oído del jefe del ejecutivo.
Las cosas no salieron bien ahí tampoco, Toranzo era un político depresivo y peligroso, su cólera se podía manifestar en cualquier instante y su condición cuasi bipolar lo volvía impredecible. Era normal que tarde o temprano su paranoia iba a hacer metástasis. Pero Enrique Galindo ya andaba en altos vuelos, por allá apareció en el Sistema Nacional de Seguridad y un día de tantos, Comisionado General de la Policía Federal Preventiva. Las cosas no salieron bien, pero tampoco tan mal, se atribuye la detención de algunos capos importantes y su salida del cargo por cese, presuntamente por violaciones a los derechos humanos de algunos delincuentes. Pecata minuta.
Ahora que se hizo de la alcaldía capitalina su apuesta fue la seguridad, adquirió mediante un controvertido (pero legal) procedimiento de renta, las patrullas tan necesarias para vigilar, proteger y servir (y castigar) a los potosinos. Supuestamente dotados con cámaras de vigilancia y GPS para saber siempre dónde andan y que andan haciendo los jenízaros. El caso es que se perciba la presencia policial por toda la ciudad. Como que los que diseñaron la estrategia se imaginan a los delincuentes pegados a la pared y con cara de susto cada que ven una torreta incendiando la calle.
Sin embargo, con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública la oficina de prensa del ayuntamiento de la capital presume una reducción porcentual con respecto de los meses anteriores y en comparativa directa con los delitos cometidos el año pasado. Según que la tasa de delitos por cada 100 habitantes se redujo 5.27% en abril con relación a marzo del mismo año. El robo con violencia 23.62% y el robo de vehículo 10.23% con la misma comparativa.
Si la estrategia del alcalde funciona deberíamos estar viendo una sensible mejoría en poco tiempo, al menos la política es un juego de percepción, si no es capaz de hacer visible sus logros difícilmente tendrá un futuro político. Aunque con esa habilidad que tiene de engatusar no duden que el flirteo que se trae con el gobernador del estado se formalice, y como él mismo Ricardo Gallardo Cardona le preguntó a los asistentes en un evento público de arranque de obras: ¿a poco no se ve bien de verde?
Cuenta Enrique Galindo que cada suceso trágico, fortuito o significativo en su vida pinta un cuadro, quién sabe cómo le pinte su futuro político en un estado donde ya no existen rincones sin estar penetrados por la verdura de la gallardía. Tal vez sea el momento de unirse al clamor popular.