La soga al cuello: La optimista realidad
No es un signo de buena salud estar adaptado a una sociedad profundamente enferma. Jiddu Krishnamurti.
El motor de la existencia humana es la falsa ilusión. La fútil creencia de que las cosas cambiarán porque así lo deseen vehementemente miles (quizás millones) de personas, es simplemente una ridícula pérdida de tiempo. El mundo ahora se ve inmerso en un exceso de positivismo, tal pareciera que si no se es optimista, entonces serás el enemigo de tu familia, compañeros de trabajo, vecinos, de la patria y hasta de la humanidad. Curiosamente los cambios sociales e históricos se han logrado gracias al empeño de personas negativas, inconformes y disruptivas. Los dóciles se someten al imperio de las reglas que las élites han impuesto a lo largo de los siglos como la forma correcta del ser.
La intimidad, o privacidad (para los que pertenecen a este siglo) y el derecho a la misma son una idea burguesa que deviene seguramente del medioevo. En la época feudal las familias de clases bajas convivieron en los espacios físicos que proveía la forma de vida utilitaria del momento, de ninguna manera era una prioridad colocar una puerta que separase la habitación principal de la cocina o el comedor. La idea de comunidad, no era necesario explicarse, casi todos los órdenes de la existencia eran un esfuerzo colectivo.
Las nuevas formas de coexistir se redujo a grupos vecinales de whatsapp para organizar algún tipo de linchamiento en caso de que alguien atrape un ladrón o para anunciar el fallecimiento de un vecino que por el frío, una bala perdida o la soledad perdió el aliento y ya no alcanzó a cargar los peregrinos. En el caso de la cohabitación la forzosa convivencia se compone de efímeros y rutinarios encuentros plagados de frases trilladas, banalidades y reclamos estériles, desgastantes, y agobiantes. En la actualidad la vida conyugal se reduce a querer divorciarse o suicidarse.
La crisis económica y las arquetípicas visiones de la nueva era del capitalismo degradan la confraternidad a meros intercambios de memes y likes.”Noticias de actualidad”, (cuando bien les va) para compartir un espacio físico privado que no resulte tan oneroso o un completo desperdicio. Leí en una pared en la ciudad: “el dinero no trae la felicidad, pero si se la lleva cuando se va”. Los seres humanos en la actualidad valoramos por encima de todas las cosas: tener un empleo; salud; (entiéndase por salud, el no tener dolor) capacidad de ahorro; dinero; familia; (sana por supuesto) sexo y amor; en ese penoso orden.
Esto podría variar dependiendo de la situación económica de la pareja y claro está, de sus pensamientos y actitud positiva. Porque hay una especie de Dios omnipresente, omnipotente, incoloro, inodoro e insípido que todo lo ve y sabe, sobre todo cuando el optimismo de alguien trastabilla. Las personas pesimistas prescinden del egoísmo de los buenos, nunca hay motivos suficientes para estar completamente tranquilos, aunque tampoco para estar totalmente tristes. Las crisis de la vida moderna son procesos mentales inconclusos o quizás olvidados. La gente ya no suele conversar o aburrirse esperando a que algo suceda, ahora es parte de la sociedad del espectáculo y también sacrifica su intimidad, comparte la fotografía que abre una ventana directo a su lugar, como no tiene nada que decir, deja que la imagen hable por sí misma.
Vivimos en la era de imagen, los políticos venden su producto a base de fotografías y videos, una anciana descalza que recibe una despensa y logra asirse del moderno mesías que multiplica los panes y los peces; la empresa privada recurre al marketing del engaño. Las agencias publicitarias recurrirán hasta el más elemental recurso audiovisual para mostrar las bondades del elemento y complementos, todo es artificioso. Lo que la gente compra es la forma en la que se presenta el objeto del deseo, pagamos el diseño de la bolsa, el jingle, la producción audiovisual y hasta lo que huele la caja (así es, Apple tiene patentado el aroma de la caja cuando se abre un producto nuevo). El aroma del embuste.
Y heme aquí como esperando a Godot, preguntándome si vale la pena esperar que surja de la nada una corriente de pensamiento que penetre hasta la corteza cerebral de una sociedad idiotizada, decadente y servil. Es cierto que todo cambio comienza por uno mismo, pero es como intentar hacer arder un desierto donde no hay ni hierba seca. Los líderes del mundo se ufanan de un ofensivo pragmatismo. Hay formas extravagantes de optimismo, como la teodicea, entiéndase como el intento falaz de justificar el mal, con el argumento de que podría dar origen al bien.
México es un país que se pudre día con día, la sangre derramada por los grupos criminales ahora distribuidos por todas partes en la figura de mini cárteles ha pulverizado la capacidad de respuesta del estado. Incapaces de combatirlos y agotarlos, las agencias de persecución del delito se han vuelto cómplices de los delincuentes dejándolos a merced de la suerte. ¿Valdrá la pena ser optimista en un país donde todo aquel/ella que tiene un poco de poder inmediatamente recibe una oferta para coaligarse a los modernos forajidos y lo más que puede hacer para no participar es renunciar al cargo?
El presidente Andrés Manuel López Obrador espera que desgañitándose desde el púlpito mañanero con su irracional optimismo el país cambiará de rumbo y de la noche a la mañana despertaremos y México formará parte de la península nórdica, con todo y sus usos y costumbres, como si los habitantes de esa región hubieran sido beneficiarios de un hechizo que mágicamente transformó a una sociedad monárquica en un país de avances democráticos y ejemplares ciudadanos respetuosos de la ley. Para nosotros, los mexicanos, esa realidad europea es una utopía inalcanzable.
Vaya mi solidaridad para la alcaldesa interina del municipio de Santa María del Río, no soportó la presión de las amenazas de muerte para con ella y su familia. A unos días de haber sido electa alcaldesa interina después de la misteriosa muerte del alcalde Emanuel Govea ella decide alejarse no sólo del cargo de presidente municipal, sino renunciar incluso a la regiduría y a cualquier contacto con el poder público, con todo aquello que la ha puesto en riesgo y a sus seres queridos. Ojalá todo pare ahí. El botón de muestra (por si alguien lo quiere ver) de una sociedad destrozada, corrupta y sometida.