Potente inicio del Festival de Danza Lila López a cargo de la compañía Ictus Danza
La compañía Ictus Danza inaugura el 43° Festival Internacional de Danza Contemporánea «Lila Lópéz» con una poderosa puesta en escena. No pudo haber tenido un mejor arranque esta nueva edición del festival, uno de los más importantes de San Luis Potosí, y me atrevo a decir de la región, debido a su importancia tanto en la difusión de expresiones artísticas como en la formación de públicos.
Teatro lleno, no hay «Lila López» que no provoque un Teatro de la Paz lleno. “El gigante de Villerías” vibra entre aplausos, festejando a la danza que, desde hace casi medio siglo, fue impulsada a través de un encuentro de artistas por una gran mujer como lo es Lila López.
En esta ocasión, inauguraron el festival, en representación del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, la presidenta del DIF Estatal, Ruth González Silva; ante una Secretaría de Cultura acéfala, fue Rabinal Gamboa, jefe de despacho, el encargado de suplir dicha autoridad. Como invitada de honor, la maestra Carmen Alvarado, titular del Ballet Provincial del Instituto Potosino de Bellas Artes (IPBA).
Con gran acierto, este festival inicia con una mejor distribución de los espacios. El año pasado se había cometido el error de designar a las autoridades toda la primera fila, lo que provocaba problemas para los fotógrafos, una incomodidad para las autoridades y, además, si lo que se pretendía era dar un lugar privilegiado a las autoridades para ver, todo conocedor sabe que los mejores lugares están a 6 filas de la primera línea. En esta ocasión se fue cuidadoso con este aspecto y con asignar los espacios a prensa,situación que se agradece.
Sinopsis de la pieza Concerto Grosso:
Concerto Grosso, pieza bajo la dirección de Gerardo Sánchez y Beatriz Dávila, con la coreografía del mismo Gerardo, es un ensayo dancístico sobre el poder en un amplio espectro de la palabra. Recurrentemente, la palabra “poder”, en el ámbito público se reduce a las estructuras sociales y políticas como lo es el Estado, los medios y la partidocracia. Sin embargo, en esta pieza encontraremos una reflexión del poder más profunda que, sin duda, se puede leer en distintos niveles.
Asombra, sin duda, la gran capacidad que se tiene por parte del director y la directora para trasladar la reflexión entorno al poder en un discurso corporal. La lectura es sencilla pero llena de expresiones contrastantes con las que, sin duda, el espectador podrá sentirse identificado pues en la sociedad moderna toda relación es de poder.
La historia nos habla de un director de orquesta que, con gran maestría, dirige al grupo de músicos para ejecutar piezas barrocas como sinónimo de excelencia de la técnica. Sin embargo, también seremos testigos de las relaciones de poder entre el maestro y sus subordinados.
Me llama la atención un personaje con tímida aparición, pero de gran importancia para los diálogos de poder. Asomándose en una de las calles, una mano con guante blanco da instrucciones al director de orquesta, lo asiste hasta que este se encumbra. El personaje es tímido pero poderoso, representando a esas fuerzas ocultas para el espectador y recordando que el titiritero también es marioneta. Operadores políticos, medios de comunicación, lobbies empresariales, la industria, cualquiera de estos puede representar la dichosa mano.
En la obra primero se nos muestra el origen de la grandeza a través del trabajo arduo. El director comienza a convencerse a sí mismo y a convencer a los demás de su grandeza, a los músicos y al público.
Ignoro si fue fortuito, pero tengo la impresión de que se sembraron los primeros aplausos en el público a unos minutos de iniciar la pieza. No nos confundamos, sé que si fue así, no es porque se pretendía ensalzar la obra, sino más bien, dichos aplausos sirvieron para invitar al público a aplaudir en determinados momentos de la obra con un fin perverso que abona a la reflexión.
Poco a poco, la pieza comienza a develarnos las relaciones de poder. Los músicos quedan en ropa interior, despojados de su ropa, sus cuerpos son examinados por el director, quien tiene la autoridad para hacerlo, en nombre del arte. Quien, además, puede hacer uso de los cuerpos, manipularlos o despreciarlos. No hay uso del poder sin la disciplina de los cuerpos.
Sin embargo, ningún músico se rebela, todos aceptan la relación de poder, no sólo eso, son parte de la estructura que lo cimenta, todos buscan algo y aunque traten de evitar el dolor, si no es posible evitarlo, al menos evitan el fracaso.
El maestro de orquesta, convencido de su gigantesca estatura capacitive y moral, comienza a trastornarse. Él es el villano, pero antes de consagrarse como enemigo de la humanidad debe ser el más humano de todos y dejarse llevar por sus pasiones, ser la garza en el estanque que tanto aclaman las ranas.
Algunos de sus sumisos le ven con desprecio, otros con miedo, otros con envidia y admiración. Recordando precisamente palabra del filósofo del poder, Michael Foucault, «En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio, impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio». La disciplina que acomete el director contra los músicos siempre la hace frente a todos (los músicos), pero frente al público se muestra cariñoso y respetuoso. El público aplaude, consagra la magnificencia de la obra que está cargada de heridas y recuerda a los sometidos que así deben ser las cosas.
Es jocoso, de una forma oscura, que como alegoría se haya elegido una orquesta, porque precisamente es en el mundo del arte donde estas relaciones de poder se dan y se justifican silenciosamente.
En momentos en que el maestro está ausente, los subordinados buscan actuar por sí solos, pero son incapaces de moverse con gracia sin que alguien tire de las cuerdas. Se autoconvencen y reafirman la estructura de poder existente.
El maestro elige a un prodigio, al cual someterá primero para probar su lealtad, esperando que el subordinado no se rebele contra su amo. Tras consumar la dialéctica hegeliana, a cambio, le concederá un estatus superior al del resto. Este mecanismo actuará para obligar a los demás a anhelar ese puesto, y ahora serán ellos mismos quienes se vigilen.
Finalmente, la obra nos proporciona una salida emocional frente a esta reflexión sombría; el villano será despojado y reducido a lo que siempre fue, un montón de carne que oculta su vergüenza bajo el arte.
Conclusiones:
Sin duda, «Concerto Grosso» es una pieza performática y dancística impresionante, digna de inaugurar un festival tan importante. Además, es muy gratificante conocer este nivel de danza proveniente de creadores nacionales, lo que evidencia la importancia de abrir más espacios escénicos en México.
Fotos y texto de Pukkov Garrigos