Hoy voy a cambiar, revisar bien mis maletas, y sacar mis sentimientos, y resentimientos, todos.
Dicen que no hay persona más peligrosa que aquella mujer que ha sufrido el desprecio y la ruindad de un hombre. Aunque igual no sea tan válido en un país con estadísticas tan altas de feminicidios. Si tuviésemos que equiparar los incidentes violentos, diríamos que no hay nada más riesgoso que un macho ofendido, en su orgullo herido, torpe y confundido. El problema de la emancipación de las conciencias es cultural, ellos no encuentran su lugar en este mundo cuando pierden el poder de decidir, de decir la última palabra, esa la ley que emana de su boca aunque sea injusta o estúpida, del extravío pasan a la depresión y después, frustración y desesperación. El orgullo transforma todo en odio, sin reflexión no existe razón, y esa pequeñez mental se transforma en una vorágine de pensamientos que inevitablemente se diluyen llevándose hasta el mínimo de dignidad. En algunos casos, muy específicos, más no por ello menos dañinos, la sensación de rabia se apodera del espécimen y las consecuencias suelen ser lamentables. Se ha estudiado poco, -al menos no más allá de la estadística- pero debe haber una suerte de psico patología enfermiza que convierte a los hombres en bestias incapaces de reconocer su lugar en este nuevo mundo que los rechaza y causa repulsa. Nada te prepara para perder el poder y menos aún, cuando ya te estabas acostumbrando al privilegio.
Por fin llegó la elección de la dirigencia estatal panista, 62 a 33 votos en favor de Verónica Rodríguez quien se reelige, y en perjuicio de Lidia Argüello, hace tres años llegó al poder pero en distintas circunstancias, como el alfil de Xavier Azuara Zúñiga quien seguramente, ya debe tener un agujero en la pared donde se da de topes desde hace más de un año. En el partido acción nacional tienen la fea costumbre de picarse los ojos y darse puñaladas por la espalda, desde Eugenio Govea, Marco Gama, Sonia Mendoza, Héctor Mendizabal y Xavier Azuara pueden dar constancia de todo ello, la tradición política en el panismo potosino es darle una estocada mortal a su mentor -que por lo general será quien lo ayudó a llegar al poder. No importa si en un inicio la transición es tersa y concertada, las cosas cambiarán a medida que quien se ostente como líder necesite liberarse de la castrante manipulación de su antecesor. Xavier Azuara se especializó en el arte de administrar las derrotas, asegurar diputaciones plurinominales para garantizar que su camarilla sobreviviría y hacer tratos, cambalaches sobre resultados electorales para obtener una cuota de alcaldías que con los acuerdos necesarios le proveían de obra pública a los financieros de sus campañas. Era evidente que esa particular forma de administrar el poder le acarreó enemigos, nada vive para siempre.
Los detalles de lo que sucedió entre Xavier Azuara y Verónica Rodríguez es lo de menos, porque aunque el morbo siempre alienta el cotilleo, no es relevante para sostener la narrativa de cada quién, si acaso, sólo permite conocer el contexto de las circunstancias que llevaron a un resultado final. Lo cierto -y vergonzoso- es que Verónica Rodríguez llegó a la dirigencia panista como una “juanita”, y además, lo hizo de conformidad, nunca se apresuró a reivindicar una lucha histórica del feminismo y su incursión en la política como una lucha de género, comprendía perfectamente su papel. Xavier Azuara -por su parte- le temía a los dos políticos con quienes había consolidado el control del panismo, Rubén Guajardo y sobre todo Juan Francisco Aguilar, a los dos los tenía por cabrones, pero sobre todo a quien ostentaba el cargo de presidente del comité directivo estatal por encargo y cómplice de facto. Los dos asumieron el riesgo de postular a Xavier Nava y así recuperar la capital, después se confabularon para obstaculizar su acceso a la candidatura a gobernador, y por último, le concedieron mediante un acuerdo ventajoso para el PRI la candidatura a la alcaldía para Enrique Galindo que en la víspera de la elección del 2021 ya le había firmado a un partido emergente, de esos que son flor de un día -redes sociales progresistas o algo así. Lo dije alguna vez y lo reitero, Enrique Galindo es un hombre con suerte, aún no se si es una cualidad o una maldición, pero quien iba pensar que se beneficiaría de la estupidez y codicia de Luis Mahbub. Unos corretean la liebre y otros la atrapan, la pelan, ponen a curtir la piel y la cocinan antes de caer la noche.
Y fue precisamente ese titubeo de Xavier Azuara lo que marcó su destino, esa inseguridad que le provocaba la advertencia cíclica de la inminencia de la muerte política lo que lo llevaría a confrontarse con sus antiguos correligionarios con los que conformaba un triunvirato. Xavier obtuvo de sus padrinos políticos en la dirigencia nacional del PAN el acuerdo para que la elección próxima de dirigente estatal se designase para género femenino, eso dejó sin opciones a Juan Francisco Aguilar, impedido para participar y sin un cuadro femenino a la vista a quien apoyar, terminó favoreciendo a Verónica Rodríguez para evitar el riesgo de que la aspirante apoyada por Xavier Nava accediera a la dirigencia blanquiazul, Josefina Salazar buscó afanosamente la dirigencia pero fue avasallada por la dupla Azuara – Aguilar. El arribo de Verónica Rodríguez sería con alfombra de terciopelo, pero la jaula era de oro, las carteras del comité estatal fueron designadas -casi en su totalidad- por sus benefactores, esta etapa de su carrera política debería llamarse “confusión y felicidad”, después vendría la rutina, el escarnio y por último el desdén, el ninguneo, y lo peor, la humillación. En esta parte podría ser cualquier cosa el detonante, incluso que se le excluya de una conversación importante o que se hiciera un grupo de whats sin ella, no importa, hay cosas que van a suceder tarde o temprano, y en ocasiones, solo se trata de perder el miedo.
Enrique Galindo se encontró con Verónica Rodríguez así como cuando el hambre se encuentra con la necesidad, y han hecho buena mancuerna, uno es alcalde reelecto y la otra senadora, él buscaba una rebajita en las altas tarifas que Xavier Azuara había establecido para conveniar los votos panistas cautivos en la capital potosina y que a la postre le darían el triunfo. Verónica tenía una expectativa de acceder a una diputación plurinominal, al menos eso indicaba la tradición, se brincó dos escalones y directo al senado. Ya sin el yugo “azuarista” fue presa de la codicia y eso como es bueno también es un riesgo, igual y la política actual no es como la de antes donde un profesional de la grilla tenía que ser un orador elocuente, y además contar con un bagaje cultural vasto para sobrellevar el ritmo agobiante de la capital del país. No es lo mismo el debate en el Cabildo de un ayuntamiento de San Luis Potosí, que en la tribuna de la cámara alta. De por sí, hay que ver los papelazos que han protagonizado Ricardo Anaya y Marko Cortés, y eso que se supone que son los pastores de la manada. Patético y pusilánime deberían ser los apellidos de los personajes de marras. Hasta la esposa del maestro Galindo salió ajuareada, Estela Arriaga es la suplente de Verónica Rodríguez y los últimos treinta días ya le tocó codearse con Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña, Lilly Téllez y Carolina Viggiano. Ojalá no se haya acostumbrado mucho a la farándula porque es fácil perderse en la hoguera de las vanidades.
Pero por lo pronto Verónica Rodríguez logró lo impensable, acabar con el clan azuarista que tenía una década dominando la política panista, su problema es que no tiene un grupo político que sustituya la de por sí desvencijada clase política anterior, un puñado de mozalbetes y puritanas, animalistas y metrosexuales veganos con escasa cultura política y sangre gorda, perdidos en la pedantería del ignorante. Verónica Rodríguez corre el riesgo de repetir el patrón abusivo de Xavier Azuara, buscará rodearse de tarados con la esperanza de que ninguno asedie su pedestal. Enrique Galindo ahora es co propietario de un partido político, deberá tomar decisiones importantes inmediatas, sobre todo ahora que Sara Rocha lo expulsó de su propio partido bajo el gravísimo delito de haber asistido a un evento panista. Galindo está en la disyuntiva de defender sus derechos como militante priísta ante las instancias judiciales o dejar correr esa historia y desentenderse del PRI, como quiera por el camino que lo llevan lo más seguro es que terminará en el vertedero. Lo único que tiene que definir Enrique Galindo Ceballos es la siguiente incógnita: ¿en caso de ser candidato a gobernador en 2027 puedo prescindir de los 115 mil votos que aún representa el PRI?
Lo de Sara Rocha hay que dejarlo para una próxima entrega por que requiere mayor espacio y un manual de psiquiatría, la señora está enferma y necesita que alguien la tome de la mano, le dé un abrazo y la ingrese en la clínica Chicosein.