La Leyenda de Doña Lucas

San Nicolas TolentinoAhí en la iglesia de San Nicolás, como es la más antigua, es primero que la de San Pedro, que data  del  1600  y  algo.  Cuentan  que  cuando  llegaron  los  españoles,  llegó  un matrimonio con una hija, una bebé; no sé por qué se llamaba así, ese nombre tan feo para una niña,  se  llamaba  Lucas.  Antiguamente  los  españoles  siempre  querían,  aunque  fuesen  niños o niñas,  que se les llamara por  don  o  por  doña;  aunque  fuese  la  niña;  los  indios  y  todos  le tenían que decir doña Lucas, y ella era una niña, pero ellos así tenían la costumbre.

Entonces  doña  Lucas  llega  el  momento  que  crece  y  se  enamora  de  un  guachichil,  su padre  se enojó mucho ¡cómo era posible que una hija de sangre azul se enamorara de un guachichil, un indio, un don nadie, no era posible! (porque se decían de sangre azul, que eso  es  mentira).  Entonces  hizo  su  berrinche,  reprendió  a  doña  Lucas  y  la  encerró  en  sus habitaciones, prohibido salir, prohibido verse con el novio, con el indio, el guachichil, nada de  eso.  Al  cuidado  de  ella  estaba  su  dama  de  compañía,  la  dama  de  compañía  era  la  que  le suministraba todo lo más necesario, sus alimentos, todo lo que ella necesitaba, ella  no  tenía  libertad  de  salir  de  sus  habitaciones,  estaba ahí encerrada para que no volviera a ver al guachichil. Entonces  llegó  el  momento  de  que,  por  obra  del  espíritu  santo,  resultó  embarazada ¿cómo fue? quien sabe, usted sabe que en el amor no hay puertas negras.  Entonces resultó embarazada doña Lucas, que le dicen al español, se enojó mucho, que su  nombre  enlodado,  que…  bueno,  ahí  le  dijo  hasta  lo  que  no.  Los  guachichiles  tenían  su yerbera que los curaba por medio de plantas medicinales y todo eso, él mandó contratar a la yerbera para que le suministrara algún brebaje a su hija y abortara; bueno, pues fue y le dio su  brebaje  y,  sí,  abortó  pero  con  tan  mala  suerte  que  a  parte  de  perder  el  producto,  murió ella.

 

El feto se lo regaló a la yerbera, que  ella se deshiciera de  eso, como pudiera, ellos no querían  saber  nada;  de  su  hija,  prohibido  comentarios  de  lo  que  había  pasado,  se murió  doña  Lucas  pero  nadie  supo  de  qué  porque  no  tenían  permiso  de  andar  divulgando nada  de  eso.  Le  hicieron  su  velorio  muy  suntuoso,  su  sepelio,  la  vistieron  de blanco,  la  coronaron,  le  pusieron  sus  joyas,  los  españoles  siempre  le  tenían  una  dote  a  sus hijas,  así  que  la  ataviaron  de  joyas  y  la  sepultaron  en  el  altar  mayor  de  la  iglesia  de  San Nicolás, le  hicieron su sepultura; un sepelio inolvidable, porque fue muy lujoso, pues era la hija única.

Pasó  el  tiempo,  ahí  estaba  enterrada  Lucas;  un  día  estaba  oficiando  un  sacerdote  la misa, llegaron al término en que el sacerdote hace la lectura, casualmente  aquel día tocó el evangelio según San Lucas; cuando dice el padre: “se da lectura al evangelio según San Lucas”, pero termina de decir “san Lucas” y se estremece todo el templo, las bancas truenan, los cirios se apagan, recorre un aire helado todo adentro y toda la gente se asustó: “¿Qué ocurre?” y el mismo  sacerdote:  “¿pues  que  pasa?”  mucha  gente  tuvo  miedo  y  se  salió.  Desde  entonces cuando la gente pasaba por fuera de la iglesia, ya ve que ahí es pasada en San Nicolás, y por alguna cosa decían Lucas, se oían estruendos también. Entonces la gente comenzó a retirarse de la iglesia ya no iba a misa porque tenían miedo, inclusive ya no pasaban por ahí, se iban por el resbalón.

 

El sacerdote pues ya desesperado que nadie iba a misa, él oficiaba la misa solo, nadie se acercaba; entonces se puso a hacer oración, le pidió a Dios que le permitiera saber el por qué, que lo guiara, que le diera alguna revelación, que qué hacía. Ya en oración y todo se le aparece Lucas, la muchacha vestida de blanco y coronada y entonces le cuenta su historia; dice: “Y yo lo que quiero es que vaya a ver a mis padres y les diga que me saquen de aquí porque yo no soy digna de estar  aquí  enterrada  bajo  el  altar  mayor,  ellos  saben  que  no  soy  pura,  que  soy  pecadora; quiero  que  me  saquen  de  aquí,  me  quiten  las  vestiduras  blancas,  me  quiten  las  joyas  y  me pongas el vestuario de la guachichil  más humilde, así me vistan;  todas mis joyas, mi dote y todo sea repartido entre los guachichiles; eso es lo que quiero que vaya y les diga a mis padres, que me saquen de aquí y me lleven a enterrar a un panteón común y corriente porque yo no soy digna de estar aquí, si no me sacan, yo no voy a descansar”.

El  sacerdote  fue,  habló  con  los  padres,  pues  bien  arrepentidos  llorando,  el  señor,  el español, pues culpándose, arrodillándose pidiéndole perdón al sacerdote y se confesó con él de lo que habían hecho con la muchacha. Fueron, sacaron a doña Lucas de ahí del altar mayor, le quitaron sus vestimentas, se le pidió a la guachichil más humilde su vestimenta,  le  pusieron  la  ropa de  la  guachichil  y  todo  lo  demás  se  repartió  entre  los guachichiles. A ella la llevaron al panteón, la sepultaron y empezó la normalidad en la iglesia y Doña Lucas jamás volvió a salir.

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