La soga al cuello : El rey del wepa
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Eduardo Galeano
Asesinaron al tontín. Lo mataron a mansalva. Minutos antes hacía lo que mejor sabía, seleccionar cumbias y enviar saludos a la banda. Su voz era conocida y su mote, una marca registrada. Juan Manuel Quistián era quizás el personaje más conocido en San Luis Potosí, no en los corrillos del poder, ni en la farándula oficiosa y ficticia de los potentados que salen en OK Magazine. En esos arrabales donde cuesta ganarse el respeto de la gente, en los cinturones de miseria que rodean la ciudad, donde la gente se mata por un teléfono celular o porque te quedas mirando de más.
El sonido Kiss Sound tiene años ganándose un prestigio, y aunque es un negocio familiar, tontín se convirtió en el más popular, tal vez por eso atrajo la atención de ambiciosos políticos como Ricardo Gallardo Juárez. El padre del actual gobernador lo usó para llevar un mensaje de inclusión a esa población marginada que representan el nicho de mercado de los “sonideros”. Al ganar la alcaldía de la capital por el partido de la revolución democrática incluso lo invitó a colaborar en su administración como responsable de un área de atención a los asuntos de la juventud.
Sin mayor trascendencia concluyó su paso por la burocracia, tontín se dio cuenta que se hacía más por la banda desde la sociedad civil, que perdido en un mar de trámites burocráticos que ralentizan hasta el límite de lo absurdo las decisiones y los apoyos. Un poco decepcionado tal vez, se dedicó a hacer lo que mejor le salía, tocar para la raza, la broza descarriada. Los nadies de los que Galeano decía que valían menos que la bala que los mataba.
A Juan Manuel Quistián lo ejecutaron desde otro vehículo, su auto quedó a la orilla, como si se hubiera detenido. Un disparo certero detrás de la oreja izquierda quizás fue el que terminó con su vida, no fue el único pero sí el más letal de todos. Su cuerpo quedó inclinado sobre el volante, el vehículo estacionado a un costado de una gasolinera. ¿Conocía a sus agresores? ¿Trató de razonar con ellos? ¿estaban sus ejecutores en el evento que recién había concluido en la colonia San Luis 1?
La misma gente que lo admiraba compartió las primeras imágenes de su cuerpo inerte, contrario a lo que parezca, es una forma de respeto. El morbo es inherente a la personalidad del ser humano y entre más precaria sea su educación, más transparente será su pensamiento. Las convenciones sociales no aplican en estos ámbitos, la vida es tan frágil que nadie prefiere perder el tiempo en formalismos. Entre más bajo es el estrato social al que pertenece una persona, es más probable que diga la verdad, tal vez porque lo que llamamos “gente educada” simplemente son humanos domesticados que han aprendido el sutil arte de la hipocresía.
El funeral fue como debía ser, la gente abarrotando la calle, escuchando la música que amaba el finado, pasando el ware, compartiendo por Facebook live sus respetos en transmisiones llenas de emoticones y comentarios deficientes de ortografía. Hubiera sido apoteósico que el gobernador Ricardo Gallardo Cardona hiciera su aparición, pero perdió su oportunidad. Incluso el pésame se tardó en llegar, una esquela lamentando su muerte colgada en su muro de Facebook fue todo. ¿No era seguro? ¿Sabía algo que los demás no?
Posiblemente el gobernador ya no se siente seguro en el barrio donde creció. La gente de Tlaxcala siempre se ha sentido orgullosa de su bravura, hogar de la mítica banda los “parchís” que allá por la década de los ochentas en el siglo pasado ganaron fama. Tal vez volver a esos callejones no es algo grato para el jefe del ejecutivo, ahí hay que ser salvaje para ganarse el respeto de los vecinos y nadie recuerda al hijo del carnicero que ahora gobierna el estado. Además, al pollo le gusta la banda sinaloense, no la cumbia. Hasta entre los perros hay razas y pues, este ya tiene pedigree aunque sea comprado.
La carroza fúnebre fue el camión donde trasladaba generalmente el equipo para sus presentaciones, en la semiología de la vida urbana el signo está muy claro, y todos lo entendieron así. La misa de cuerpo presente en la iglesia del barrio de Tlaxcala. La marcha para el panteón, un rudo y larguísimo tránsito que hicieron a pie sus amigos hasta el municipio conurbado de Soledad de Graciano Sánchez. Ahí descansará en paz el rey del wepa, pero sólo hasta que la justicia del barrio se haya cobrado la venganza necesaria.
El dolor inconmensurable que deja la muerte trágica del tontín en la familia Quistián será difícil de superar, el tipo era el epicentro de muchas de las cosas que ahí sucedían, aun así el espectáculo debe continuar y el Sonido Kiss seguirá siendo parte de la vida cotidiana de los potosinos para alentar y postergar la leyenda urbana.
Sin embargo, no fue Juan Manuel Quistián la víctima involuntaria de un asalto, nadie se avienta un tiro de esos de a gratis. Algo se comió que le hizo daño o alguien se sintió agraviado. El personaje gozaba desde hace tiempo de un inusitado auge económico, ya fuera por el éxito de sus bailes o por alguna otra actividad igual o más redituable. Sin duda despertó la codicia de ciertos grupos que operan en la clandestinidad.
Es difícil identificar si la actual ola de violencia que afecta el estado tiene que ver con cuestiones políticas, pero cuando se anuncia la creación de un cuerpo de élite para combatir al crimen organizado, se puede avizorar un baño de sangre.
Preparar física, intelectual y emocionalmente un grupo especial no es algo que se haga de la noche a la mañana, podrán comprar los vehículos y el equipamiento logístico necesario. Pero estar aptos psicológicamente para ese nivel de estrés, salvo que el gobierno del estado reclute militares o degradados elementos de la extinta policía federal.
El anuncio lo hizo el mismo gobernador Ricardo Gallardo Cardona y aunque nunca pudo pronunciar correctamente la palabra “swat” se entendió perfectamente cuál es su objetivo, limpiar la plaza.
Sea pues Juan Manuel Quistián, viviste y moriste en las mismas cloacas, rodeado de tribus urbanas, la música del acordeón y el tamborazo fue la banda sonora de tu feroz existencia, serás recordado por los miles de congéneres que encontraban en ese micromundo falaz, una efímera evasión de la miseria humana que nos rodea.