La soga al cuello: La verdad
Nada más frágil que la facultad humana de admitir la realidad, de aceptar sin reservas la imperiosa prerrogativa de lo real. Clément Rosset. Ensayo sobre la ilusión.
En los días funestos de la pandemia global los políticos vuelven a la normalidad, la inminencia de la muerte degrada hasta el más ínfimo resquicio de escozor. La muerte lenta es cosa del pasado, quien sobrevive al COVID – 19 si se recupera, se inmuniza ante su entorno y se yergue cual titán. Las secuelas serán objeto de negación, la macabra ruleta rusa que redime al enfermo con secuelas al papel de guiñapo, una carga para los suyos que muy en lo profundo, añoran un deceso que lamentar.
La visión arquetípica de la muerte y sus consecuencias ha alejado a los cercanos, absortos en sus pensamientos, casi nadie se atreve a hablar con dilación de la inobjetable posibilidad de no existir en cosa de un periodo corto de tiempo. En menos de lo que se planea una vacación, un familiar querido podría ya no estar, amén de la imposibilidad de cuidar a un enfermo en situación de gravedad hace menos doloroso el proceso de duelo. La noticia llega como algo esperado, impreciso, injusto pero satisfactorio, “ya estaba sufriendo mucho”.
En días recientes la prensa nacional ha hecho eco de una terrible noticia, montañas de medicamento caduco o clonado se encontró en las bodegas de la secretaría de salud y en los hospitales de la entidad. El incipiente gobierno se desgañita por señalar y exagerar al máximo la gravedad de la falta administrativa, está claro que siempre se ha lucrado con la salud haciendo uso del nada desdeñable presupuesto federal y estatal destinado para tal fin. A ningún burócrata le preocupa las condiciones de vida del gran conglomerado de beneficiarios que deben soportar las ineficacias de un aparato gigantesco, solo las ganancias que le pueda reportar algún proveedor poco ético.
La sociedad capitalista le ha puesto precio a la vida, si acaso siempre fue así, más ahora que vivimos una suerte totalitarismo pandémico, los hospitales privados han elevado sus gastos en papel a niveles inconmensurables, en el momento que un enfermo pisa un hospital ya está pagando derecho de piso y se sujetará al criterio mercantilista de los administradores del lugar. Hay historias de pequeñas fortunas que se han agotado en este trivial juego macabro.
En los hospitales del sector salud se vive la ineptitud y las carencias que no se ven reflejados en las contabilidades, se debe justificar los excedentes que los funcionarios hábilmente han transformado en fortuna personal. Cada peso que se ha ejercido desde el inicio de la pandemia ha sufrido merma. Los que más sufren las carencias son los especialistas de la salud, con empleos agobiantes y sin compensaciones justas que equivalgan al riesgo de ser contagiados en el desempeño de su labor. Por su parte los burócratas, mejor pagados y al fin y al cabo dueños de la verdad, se esmeran por sacar el mayor provecho a su desempeño.
El gobernador José Ricardo Gallardo Cardona encontró una veta que debería proporcionar algo de tiempo para justificar la curva de aprendizaje de los noveles funcionarios que lo acompañan y sufrirán un periodo de adaptación como es costumbre en estos casos. Hay que sacar raja política de cualquier evento que justifique su incapacidad para hacer frente a la grave crisis. Los que se fueron, todo se llevaron, no se quedarán sin castigo pero, por lo pronto debemos aceptar que las cosas no mejorarán. Posiblemente no habrá castigo para los responsables y tal vez nunca sabremos cuántas vidas pudieron haberse salvado.
El latrocinio tiene nombre, se llama Mónica Liliana Rangel, un poco preocupada porque al parecer será el blanco donde caerán los dardos envenenados que arrojaran los políticos a cargo. La doctora Mónica se llenó los bolsillos ante la vista de todos, grupos de ciudadanos comprometidos hicieron vanos esfuerzos por demostrar los malos manejos que desde el inicio del sexenio pasado se presentaron. Las denuncias penales se quedaron sin investigarse y los expedientes administrativos se enredaron en la inmensa maraña de mecanismos “legaloides” diseñados para postergar investigaciones y sanciones. Hará falta mucha voluntad e inteligencia para sentar a la doctora Mónica en el banquillo de los acusados.
La ex secretaria de salud tuvo la precaución de gobernar con mano dura y extrema precaución los procesos administrativos de licitación que en la mayoría de los casos se efectuaron de forma arbitraria y pasando por encima la legislación aplicable aduciendo urgencia por la contingencia imperante, los meses de pandemia le otorgaron la patente de corso para adjudicar millonarios contratos sin mayor concurso. El orgasmo de un ladrón de cuello blanco.
A partir de la eclosión del “covidismo” cualquier figura de autoridad tiene la facultad de actuar de forma enérgica y sin pudor aunque se vulneren derechos humanos y procedimientos administrativos. Desde un policía que interpreta a un incauto sin cubreboca como una amenaza a la salud pública al transitar por un pasillo u oficina, hasta el político recaído en burócrata que favorece empresarios con productos defectuosos o próximos a caducar. La ignominiosa realidad nos atañe a todos pero, por mucho que los ciudadanos tuviéramos pruebas fehacientes de actos de corrupción, nos enfrentaremos a una muralla de recursos jurídicos dilatorios y una horda de abogados leguleyos.
Miguel Ángel Lutzow Steiner suplió por encargo de la doctora Mónica Liliana Rangel el periodo de campaña cuando ella perseguía el sueño de gobernar el estado. Posterior a su fracaso electoral el pánico se apoderó del otrora servil colaborador, cometió errores de novato y hasta devolvió recursos etiquetados para no involucrarse más en los actos de corrupción que como subordinado participó cuando era una tuerca más del inmenso mecanismo de saqueo institucionalizado.
¿Será capaz de apuñalar en el vientre a la mujer que lo trajo de tierras chilangas?
¿Se acogerá al criterio de oportunidad?
¿Morderá la mano que antes lamía?
Lutzow está entre la espada y la pared, su poderosa ex jefa es ahora un cadáver político sobre el cual se cierne la amenaza de ir a prisión. El gobernador Ricardo Gallardo le dedicó la parte seria de un breve discurso donde se encargó de armar boruca. Ante cientos de personas, el congreso del estado y diversas personalidades políticas nacionales se desgarró las vestiduras, poco le faltó para derramar una lágrima por los potosinos caídos en desgracia. Ahora tendrá un fiscal a modo y subordinado a sus caprichos. Nada lo detiene para hacer justicia. Y si no lo hiciere, la historia lo juzgará.