CULTURA

Suspiro Picacho: Donde el pan del día de muertos se elabora con pulque

Enclavada en el municipio de Mexquitic de Carmona, la comunidad de Suspiro Picacho se convierte cada año en un escenario vivo de las tradiciones más arraigadas del Día de Muertos, preservando costumbres que difieren notablemente de las de la capital potosina.

Fotoreportaje de Carlos «Pukkov» Garrigos // San Luis Potosí.- El Día de Muertos en Suspiro Picacho es una celebración que trasciende lo convencional. Aquí, la comunidad honra a sus difuntos con prácticas singulares que han perdurado a través de generaciones. Una de las tradiciones más destacadas es la colocación de un altar dedicado específicamente a los «angelitos», término cariñoso que se refiere a las niñas y los niños fallecidos. Este altar se instala el 31 de octubre o el 1 de noviembre, y es durante la noche o la madrugada del primer día del mes cuando las familias rinden homenaje a los pequeños que ya no están.

Al llegar el 2 de noviembre, las ofrendas se renuevan para honrar a los adultos difuntos, ampliando el altar o creando nuevos espacios de veneración. Además, la comunidad no olvida a las «ánimas anónimas u olvidadas», para quienes se destina un pequeño altar adicional, reflejando un profundo sentido de inclusión y respeto por todos los espíritus.

Saúl Gaspar mostrando el pan de muerto de pulque recién horneado

Los altares se adornan con elementos tradicionales del Día de Muertos en México: papel picado, frutas, veladoras, fotografías y objetos que fueron significativos para los difuntos. Sin embargo, es el pan de muerto lo que verdaderamente distingue a Suspiro Picacho. Aquí, este pan se elabora de manera única: es un pan de pulque con forma de angelito o ánima, preparado exclusivamente durante estas fechas.

El proceso de elaboración es todo un ritual. El pulque, en lugar de la levadura convencional, actúa como agente fermentador, otorgando al pan una textura y sabor inigualables. La masa se hornea en hornos tradicionales de piedra cubiertos de barro, y en tan solo tres a cinco minutos, el pan está listo. El resultado es un pan delgado y sabroso, cargado de simbolismo y tradición.

Esta costumbre ha sido preservada gracias a familias como la de Saúl Gaspar. Saúl, consciente del cansancio de su madre y del riesgo de que la tradición se perdiera, decidió aprender y continuar con la elaboración del pan de muerto. Hoy en día, la familia se reúne para mantener viva esta práctica, con la matriarca aún coordinando y amasando, y los demás miembros aportando en cada etapa del proceso. El pan, al igual que las flores de cempasúchil cultivadas por don Chencho, padre de Saúl, se comparte generosamente con vecinos y seres queridos, reforzando los lazos comunitarios.

La generosidad es un valor palpable en Suspiro Picacho. Los habitantes no solo comparten el pan y las flores de sus huertas, sino que también ofrecen sus productos a precios simbólicos. Un ejemplo es el de un vecino que vende ramos de cempasúchil a sólo $10 pesos, con el único fin de compartir los frutos de su trabajo con los demás.

 

La comunidad también muestra un profundo respeto por todos los seres vivos. Don Pablo, otro residente, dedica su tiempo al rescate de animales, y su familia ha creado un altar especial para las mascotas que han fallecido. Este gesto refleja la amplitud del amor y respeto que caracteriza a los habitantes de Suspiro Picacho.

Doña Margarita mostrando su altar luego de invitarnos un rico pan

Las tradiciones se transmiten de generación en generación. Margarita Gaspar Hernández y doña Lorenza Carmona Escandón son ejemplos vivientes de esta transmisión cultural. Doña Lorenza enfatiza la importancia de involucrar a los niños en las celebraciones, asegurando que las particularidades de Suspiro Picacho perduren en el tiempo. Por su parte, doña Margarita comparte su experiencia y sabiduría en la elaboración del pan y otros rituales, fortaleciendo el sentido de comunidad.

Nietas de Doña Lorenza Carmona Escandón, haciendo el camino para las ánimas con los pétalos de la flor

Lorenza Carmona Escandón, compartió con su familia la elaboración del su altar, donde nos terminó por regalar ofrenda que se había colocado ya para los angelitos.Son aquellas ánimas de niños y niñas que generalmente se celebran el 1 de noviembre. En Suspiro Picacho se acostumbra a poner un altar especial el día de «los angelitos» y luego hacer cambios y adecuaciones para el día de los santos difuntos adultos.

 

 

Jesús Zavala Puerta, otro pilar de la localidad, resalta la importancia de estas ceremonias y cómo se organizan año tras año. Se siente muy agradecido por su parcela pues nos cuenta como la tierra le da todo, nos mostró sus calabazas con las que se elaboran platillos típicos de las fechas. 

Su familia, además de cultivar calabazas para preparar dulces típicos de la temporada, mantiene viva una artesanía singular: la elaboración de la «flor de muertos».  Su hermano Domingo es quien confecciona esta flor a partir del sotol traído de la Sierra de San Miguelito, se trenza y se coloca en las lápidas durante el Día de Muertos. Los colores tienen significados especiales: el blanco generalmente se asocia con los niños, mientras que los adultos reciben otros tonos.Domingo elaborando flor de chimal para el día de muertos

La Sierra de San Miguelito no solo provee materiales para las tradiciones, sino que también es un elemento esencial en la identidad de Suspiro Picacho. La comunidad ha sido una de las pocas en unirse para defender este espacio natural de proyectos inmobiliarios, conscientes de su importancia ecológica y cultural.

La unidad y el compromiso con la preservación de su identidad son rasgos distintivos de Suspiro Picacho. Los jóvenes buscan activamente aprender de sus mayores, absorbiendo conocimientos, técnicas y relatos que conforman el acervo cultural de la comunidad. Este intercambio intergeneracional garantiza que las tradiciones no solo se conserven, sino que también se adapten y fortalezcan con el tiempo.

En un mundo donde la globalización y la modernidad amenazan con diluir las costumbres ancestrales, Suspiro Picacho emerge como un ejemplo inspirador de resistencia cultural. Sus habitantes demuestran que es posible honrar el pasado mientras se construye un futuro cohesionado y enriquecedor, donde cada altar, cada pan y cada flor cuentan una historia de amor, respeto y profunda conexión con sus raíces.

Instagram @Pukkov

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