OPINIÓN

La soga al cuello: Los días sin paz

El cambio no es un destino, al igual que la esperanza no es una estrategia. Rudolph Giuliani.

 

La violencia criminal está incontenible, y ninguna autoridad o la suma de todas son capaces de frenar la vorágine delictiva que mantiene en vilo a la sociedad potosina. El gobernador del estado se desgañita acusando (en el mejor de los casos) de incompetentes a las policías municipales y cuando se distrae, hasta deja entrever una seria sospecha de colaboración por parte de los cuerpos de seguridad de los ayuntamientos. Espera demasiado el licenciado José Ricardo Gallardo Cardona, y para muestra, ahí está el municipio conurbado Soledad de Graciano Sánchez donde gobierna la gallardía desde hace más de una década.

 

Con cierta jiribilla el gobernador le dedica un trino al ayuntamiento de la capital, de nada sirven las nuevas patrullas para prevenir el delito, y con displicencia les dedica un verso, “no jalan y le sacan al parche cuando se arman los putazos” -casi, casi dijo el jefe del ejecutivo. Ni cómo defender a los policías municipales de la capital que vuelcan una patrulla cuando van en persecución de un conejo a plena luz del día y a veinte kilómetros por hora. Qué perro oso, y todavía el alcalde esforzándose por justificarlos con información terciada e inexacta.

 

Aun así, en el terreno de lo político más hábil el alcalde Enrique Galindo Ceballos, le pide audiencia, se lleva a su comisario (hombre de todas sus confianzas) y hasta se toman la foto para el face con el gobernador. No son los tiempos aún de confrontarse con el gobernador ni su equipo, ya habrá momentos de aclarar paradas. En este juego de percepciones, corresponde al gobierno del estado marcar la directriz para enfrentar de manera dinámica al crimen organizado y desorganizado, que también lo hay y la mayoría conocen bien su chamba.

 

El gobernador se quejó en conferencia de prensa que en el municipio de Tamazunchale el alcalde y su cuerpo edilicio, no han sido capaces siquiera de aprobar la donación de un terreno para construir un cuartel de la recién creada guardia civil estatal, émulo de la nacional, no se sabe cuál es su estrategia de combate al crimen organizado. En términos prácticos siguen operando como la vieja policía estatal, rondines y halconeo. Incluso se sabe que nunca llegan primero al lugar de algún evento sangriento ante su incapacidad de llenar un formulario de primer respondiente.

 

No todos los policías son corruptos, desafortunadamente los que no, son honrosas excepciones, los mandos medios son los que realmente conocen lo que sucede en las calles y han formado hermandades para protección mutua que por lo general deriva en convenios de tolerancia con las bandas delictivas para garantizar la seguridad de sus agremiados. Se comunican por grupos de whatsapp (es sabido) donde se comparten testimonios, videos y fotografías que después serán la sazón del morbo ciudadano. A todos nos ha tocado recibir alguna comunicación con el video de una balacera o las imágenes de cuerpos desmembrados, elementos que deberían formar parte solo de una carpeta de investigación.

 

En la conciencia de cada ciudadano que comparte y reenvía esos contenidos aberrantes queda la irresponsabilidad de hacer apología del delito. El día de mañana podría ser la víctima precisamente el individuo que un día antes distribuía con descaro las evidencias de algún crimen. La vida es una tómbola.

 

La gente habla con añoranza de los días en que se podía caminar por las calles de San Luis Potosí sin el temor a ser asaltados, vejados, violados o sujetos de algún acto ruin que marcará su existencia de por vida. Tal vez por eso se han popularizado los linchamientos a ladrones solitarios o pervertidos que osan atreverse a rebasar la línea de la tolerancia ciudadana. La única posibilidad que tienen los habitantes de la caótica ciudad de obtener justicia es la revancha, el desquite que proporciona la impunidad de la turba enardecida que madrea al delincuente primerizo. Delincuente que a su vez usará al deficiente sistema de justicia para salir impune si es que encuentra al abogado leguleyo que conozca de primera mano el sistema acusatorio penal.

 

A la cárcel nada más van los que traen dedo y aún así, en la prisión terminarán su instrucción, conocerán mafiosos de verdad y hasta tendrán ofertas de empleo para cuando sean sujetos de algún beneficio de preliberación. El modelo penitenciario no permite la reinserción social, todo recluso añora la libertad, pero la mayoría han tenido tiempo para asociarse con delincuentes consumados e intentarán no cometer los mismos errores que los llevaron a la reclusión. Y no me refiero a violentar a ciudadanos inermes, sino a profesionalizarse en su labor delincuencial. Como decía Spota en su libro, para volver a lo de antes.

 

Mucha responsabilidad tiene la sociedad (si es que existe algo como eso) en normalizar el delito. Los antihéroes (pero héroes al fin) más admirados son los sujetos que un día se cansaron de ser víctimas de un modelo económico atroz que tiene décadas favoreciendo la desigualdad. La música, las series de televisión y las películas fabrican personajes que ajenos a la realidad, son dotados de atributos como arrojo y gallardía. Las narconovelas son muy populares y la admiración por ellos y ellas no es exclusiva de las clases bajas, la clase media también disfruta de maravillarse con las andanzas épicas y las desventuras de algún mafioso ya extinto como el señor de los cielos.

 

Claro que mucho de su éxito tiene que ver que los actores de las sagas televisivas no tienen el porte antiestético de los delincuentes reales, como por arte de mafia (magia) desaparecen los obesos de dientes chuecos y mandíbula pronunciada. La teoría lombrosiana aplica para la realidad actual, en la ficción de las grandes producciones apologistas prevalece la belleza psicológicamente aceptada por el vulgo. El arquetipo de hermosura que deviene de nuestra educación occidental es la norma específica que nos domina desde el inconsciente colectivo.

 

Quién sabe cuánto resistirá el sistema político mexicano antes de allanarse al supra poder que representan los grupos criminales, ni siquiera estamos seguros de que los capos publicitados por la propaganda oficial sean tan capaces para involucrarse al nivel de analizar perfiles e intervenir con anticipación las elecciones internas de los partidos políticos y así favorecer las facciones más adecuadas a sus intereses.

 

Tal vez, detrás de toda esa inmensa maquinaria de artificio se encuentran personas respetables, empresarios, militares, algún representante de la alta jerarquía eclesiástica y obvio, algún moderador de cierta agencia internacional con sede en Washington. Hasta un analista financiero del fondo de inversión más grande del planeta le agregaría yo a ese politburó. Ya ni sé de lo que estábamos hablando, deben ser esas pastillas para la tos que me recomendó el doctor Toranzo.

 

Una última reflexión antes de ir a soñar con el 1984 y la distopía Orwelliana que se nos viene después de la consulta para la no revocación del mandato. Cuando el gobernador intenta impostar la voz y manotear la mesa se pone a repartir culpas, ¿con cuál se queda para él y su gabinete de seguridad?

Tal parece que todo mundo se equivoca menos él, nadie lo va juzgar por los vicios del pasado, llámese “herencia maldita” o Juan Manuel Carreras estaba bien “puestos quince segundos” -como los gallos cuando están a punto de darse de espolonazos.

 

La gente no quiere un sabelotodo que no sabe nada dirigiendo la orquesta con un popote en lugar de batuta. Los potosinos esperan que se les hable con la verdad, aunque ya se hayan acostumbrado a las mentiras, que si los alcaldes huastecos conviven y viven con los cárteles de distintos bandos criminales, eso es otra cosa, pero es la misma. Puede que el presidente municipal de Tamazunchale “pepe” Meza tenga la apariencia de inimputable, pero de ahí a que no entienda que si un comando armado se aparece en su pueblo para “hacer las compras” (como sugirió el gobernador) debe mirar y correr pa’l otro lado. Dejaría de ser ladino y no sería alcalde.

 

Puede ser que sí en lugar de regañarlo, el gobernador se sentase con el alcalde de Tamazunchale en una mecedora, a espantarse los moscos y platicar sobre la inmortalidad del cangrejo, descubra algo que no sabía que existía, una verdad de perogrullo o cierta reflexión mamalona de cuitol Zen que lo haga dudar hasta de la existencia de Dios. Antes de que nosotros comencemos a dudar que existe un gobierno y un gobernador.

 

Es cuanto mientras tanto.

 

@gandhiantipatro

 

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