OPINIÓN

La soga al cuello: Las contradicciones del poder

Pedancio: a los botarates que te ayudan en tus obras, no los mimes ni los trates: Tu? te bastas y te sobras para escribir disparates. Leandro Fernández de Moratín.

 

La maldita hoja en blanco. El terror de las primeras letras antes de hilar una idea, la búsqueda incesante de algo genial que atrape al lector como una mosca en la trampa de una araña. Pero vivimos en una era en que la inteligencia artificial de un sitio web a la que puede acceder un adolescente puede escribir una tesis de doctorado mientras el solicitante se pierde viendo videos de tik tok. Imposible no pensar que si la magistrada Yasmin Esquivel Mossa hubiera conocido a ChatGPT se hubiera ahorrado la pena de ser expuesta ante la opinión pública y quizás, hasta ya estuviera en la silla de presidenta de la suprema corte de justicia de la nación.

 

Tal vez algún día estimados lectores, sea el caso irrelevante que estas líneas hayan sido escritas por alguna aplicación y entonces ya no será necesario esforzarme cada semana en escribir un par de renglones torcidos y evitaremos la fatiga. Tal vez, al llegar a ustedes ya utilizarán una función del teléfono que lea el texto y lo convierta en audio con la voz de su artista favorito, para hacer más agradable el momento. Sé que muchos de estos avances tecnológicos fueron creados para hacer más accesibles ciertos aspectos de la vida, sobretodo a personas con alguna discapacidad o deficiencia física, pero terminan usándolas todo mundo, desde quien conduce un carro de alquiler o la hasta la verdulera que pela nopales en una banqueta.

 

¿Cuán dependientes somos ahora de los equipos tecnológicos?, ¿seguimos  teniendo el control o ya somos unos títeres involuntarios del juego capitalista?, ¿o es que acaso pronto habrá una ley que nos obligue a tener un smartphone ligado a nuestra historia clínica, las finanzas personales e incluso, todos los datos biométricos?, hasta para saber de qué tamaño, peso y consistencia es el excremento  liberado por cada humano mexicano y el debate será entonces si es ético que el estado conserve nuestra información privada. Para entonces ya será demasiado tarde.

 

Me despierto con la noticia de que los camiones urbanos tendrán wifi gratis en la ciudad de San Luis Potosí, un paso más hacia la modernidad. Aunque debí decir, “un peso”, la noticia oculta es que la tarifa pasó de 1.10 a 11 pesos a partir del 15 de enero de 2023. Las cosas suben de precio, el costo de la vida, los insumos, los nuevos salarios mínimos que provocan la inflación, es comprensible. Pero hace un par de meses se hizo un escándalo por la propuesta de aumento a la tarifa del agua y se “satanizó” al director del organismo por aplicar una fórmula que está en la ley y que dio como resultado un 24 por ciento de incremento de la tarifa que equivalía a 1 peso diario. Al parecer en esta ciudad es más importante la movilidad, que tener un sistema eficiente de agua y dejar de sobreexplotar el acuífero.

 

Sin embargo, toda esas pequeñas tragedias palidecen ante el drama que viven los fumadores, con escasa publicidad fue aprobada la Ley General Para el Control del Tabaco. Todo estaba bien, porque como muchas otras leyes que se quedan ahí, como letra muerta, en el panteón de las iniciativas torpes y las buenas intenciones. Resulta que al existir un interés primordial sobre la salud de los mexicanos se emitió el reglamento de la famosa norma, y está peor que la ley, las restricciones incluso amenazan a la industria restaurantera quienes anunciaron amparos, ya no sé si contra el reglamento o contra la ley, pero habrá consecuencias. Es cierto que los fumadores son una especie despreciada por el resto de la población que no fuma, pero segregarlos de plazas públicas, restaurantes, estadios, azoteas (en caso de que el vecino se queje) y demás, provocará un mercado negro hasta de espacios físicos donde desarrollar su actividad y vicio.

 

Ahora bien, muchos combinan el cigarro con el café, otros con el alcohol, el resto con los nervios o el coraje. Es obvio que ninguno de estos productos están en el plato del buen comer, pero deben ser las tres cosas que más se consumen en este país y el mundo. A pesar de eso, la cerveza y el alcohol aún no reciben la censura de los políticos, y jamás se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de llegar a la prohibición, y eso que se conoce de los graves estragos que provoca el abuso de las bebidas alcohólicas. Solo hay que ver la cantidad de muertes en accidentes de tránsito asociados al excesivo consumo de bebidas de alta graduación. La hipocresía de muchas autoridades cómplices es más que evidente.

 

¿Y qué decir del refresco?, una de las principales enfermedades que amenazan con quebrar el sistema de salud, es la diabetes, las necesidades de un paciente son mayores a medida que se deteriora el organismo del individuo, y eso de llamarle “paciente” es un mote, porque lo primero que hará es impacientarse, ni se diga  aquellos que ya necesitan diálisis, por lo general las unidades médicas del sistema de salud pública, o del IMSS, o del ISSSTE utilizan proveedores subrogados para satisfacer la demanda. Por lo general la proveeduría de estos servicios son ex funcionarios o familiares de servidores públicos encargados de las áreas requirentes. Negocio redondo.

 

Fuera de algunas menciones del presidente en sus conferencias matutinas no existe ninguna restricción contra el refresco por parte del legislativo, incluso después de que Andrés Manuel López Obrador dijo que era prácticamente veneno y que todos los refresco – adictos tendrían una muerte lenta y dolorosa (y en eso no se equivoca). Nadie se atrevería a decir que el cigarro es benéfico para la salud, pero tampoco lo es el refresco, ni el alcohol, las prioridades quizás van de la mano con los intereses. A partir de ahora será casi un delito fumar un cigarrillo en un estadio de fútbol, pero no así embrutecerse con cerveza o tomar un litro de refresco. Cosas veredes, cosas tenedes.

 

@gandhiantipatro

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